
Empezaré mi disertación con un corolario un poco bruto y ahorrándome eufemismos en mi opinión al respecto:
el amor, así tal cual se entiende la palabra, a lo platónico,
no existe. Y si existe, lo hace en la categoría de eso que el mismo Platón llamaba "simulacros": cosas que no son más que
espejismos baratos para mentes débiles. Su existencia en nuestro imaginario se debe a motivos muy poco románticos: para que la especie se reproduzca (biología equiparable a la de una mosca) y resolución de problemas económicos (la "pareja" es una institución de naturaleza tan política como pueda serlo un ayuntamiento). Pero no por ello el puto amor resulta menos adictivo y pertinaz. Los adictos a la heroína saben que el trance que atraviesan en su cuelgue es una trola como un piano, pero aún así no renuncian a chutarse cada día. ¡¡¡Qué os voy a contar, amigos de corazón frágil, y románticos fans de los Magnetic Fields!!!
El amor no es una mierda: es LA mierda.
Total, que llevo soltero más tiempo del conveniente para un tipo tan dado al
desorden emocional como el que os habla: soy de los que en soltería, ejererce su "libertad" a trompicones, dando tumbos, descentrado, sin brújula y con prisas. Supongo que en el fondo busco pareja, o para ser más exactos, fantaseo con esa posibilidad, ya no me resulta categoricamente
impensable por principios, como hace unos meses. De hecho, ahora cuando voy por la calle y veo parejitas haciéndose cucamonas casi, casi me da por pensar "
qué bonito"... pero no me suele durar mucho la morriña romántica. Recuerdo que cuando tenía novio, sufría sólo de pensar con que la relación se pudiese terminar, pero una vez que todo se fue a tomar por el chimpocomón (y una vez pasado el consabido duelo) me dí cuenta de que
la soltería no estaba tan mal. Tienes el cuádruple de tiempo para hacer cosas, puedes mirar culos por la calle sin sentimiento de culpa, las fiestas son el triple de ilusionantes (
"puede que allí haya alguien interesante...") y uno hace mucho más por parecer guapo, resultar simpático y estar
into the groove. Cuando se termina una pareja, uno vive una enésima juventud por ficticia que sea, obviamente las hormonas disparan su nivel de descargas eléctricas por minuto, y ciertas cosas adquieren una intensidad que antes no tenían ni por asomo: ya sé que esas euforias fiesteras del recién soltero resultan un poco patéticas a ojos de los casados.... pero, hey, también hay algo de muy patético en las parejas a ojos de los que estamos libres: nunca digas
"de esta agua no beberé" ni
"nunca acabaré en Chaston ligando con otr@s divorciad@s".
En cualquier caso... todo el mundo sabe que la regla número uno para entender el comportamiento de un soltero es:
está buscando algo. Un flirt, un affaire, un
dancing cheek to cheek, un noviazgo, un revolcón: busca algo que tú no sabes, y seguramente él tampoco. En el soltero ha vuelto a despertar
un instinto que los emparejados tenéis amojamado desde hace tiempo sin que os hayáis d
ado cuenta. El soltero está
a la caza, eso es así, y es así siempre. Obviamente, el traumático tránsito desde el estado "
emparejamiento filoburgués con paseíto por el parque los domingos por la tarde" al de "
potro desbocado por los afters en busca de chim pún" implica un necesario cambio de hábitos, ámbitos y ambientes: las antiguas reuniones de parejitas para jugar al parchís, ir al monte o ver "Lost" con sándwiches de por medio pierden mucho encanto frente a ecosistemas más, digamos,
picarones, porque el soltero no está para perder el tiempo escuchando aburridas anécdotas neuróticas de la convivencia matrimonial. Eso, al menos, en la fase "
me conformo con no dormir solo", porque en cuanto el corazón travieso del soltero se transforma en un músculo cobarde que
sólo late cuando piensa en el Amor Verdadero ("efecto rebote" patológico tras una ruptura), acostumbra a producirse un retorno en calidad de "single" a los típicos
meetings de parejas que, sinceramente, no mola nada. Yo por ejemplo voy a una boda este viernes, y a las bodas todos los que van están siempre emparejados, lo cual me da cien patadas: la situación se presta a que te sienten a comer en la mesa de los niños o las abuelas.
Ahora que llevo ya mi tiempito de solterón, os podría contar alguna aventura bastante hilarante, pero me abstrendré de hacerlo: son todas del orden "
cómo destruí un teléfono móvil en la zona VIP de Laberinto", "
Cómo asistir a tres redadas policiales en antros gays sin licencia", "
Consecuencias de dar tu número de teléfono a la persona equivocada", "
Daños colaterales cuando uno se esfuerza en estar sexy" o "
Domingos de resaca tras una noche buscando infructuosamente amor salvaje".

Pensaba escribir sobre
el bakala pero la verdad es que es un tema bastante absurdo: se trata de una página de contactos donde la gente enseña las vergüenzas y dice que le gusta Mecano y que su material mide nosecuanto y que e
n tu casa o en la mía. En principio no da para mucha literatura. De vez en cuando te encuentras frikis con alguna particularidad simpática (recuerdo un chico cuyo libro de cabecera era "
Capitalismo y esquizofrenia") pero luego siempre hay algún detalle un poco chungo y anticlimático (a ese mismo chico le gustaba mucho
el cuero, y a mí del
denim que no me saquen) así que nunca he obtenido nada jugoso de allí: acaso un par de tíos majos a los que saludar en el puticlú y poco más. Lo más ridículo que me ha pasado con las páginas de ligoteo (que en el mundo gay son muy pero que muy populares: en Bakala Coruña hay de largo 3000
love seekers) es estar en un ciber chateando con algún pájaro, y que el interlocutor en cuestión me dijese
"mira, estoy en el mismo ciber que tú, te mentí cuando te dije que estaba en Santa cristina y si quieres te vienes a mi casa pues vivo aquí mismo", una situación bastante peripatética en la que lo único que piensas es
trágame tierra porque en el chat por cada príncipe hay cien mil ranas. Qué os voy a contar que no sepáis... ¡todos hemos sido solteros, nadie ha nacido ya emparejado!
Lo que quizás ignoréis es que en el mundo homo, desde siempre, ha habido una costumbre que no existe en versión hetero y que en argot se llama "
hacer la carrera" (en inglés cruisin´) y que consiste en
cancanear con desconocidos en algún lugar público de la ciudad, delante de vuestra jeta y sin que os deis cuenta. Ya sabéis que en la estación, los jardines, los baños de los centros comerciales, las rocas de la torre, las playas nudistas y en general todos los sitios donde veas a
tíos solos caminando lentamente y en solitario mirando de manera extraña, es que está pasando
algo. De hecho, esto de
la carrera es mucho más potente y concurrido de lo que imagináis: no se reduce a cuatro frikis dementes del tipo "
Mercedes Milá investiga las aberraciones sexuales", sino que en cualquier ciudad hay escena cruisin de cierta envergadura. En Coruña, al parecer, hay mogollón, y el mismo público del Bakala suele dejarse ver de vez en cuando en alguno de los sitios donde
hay temita: el mito de la promiscuidad es muy cierto, y la gente gay siempre se las ha apañado con ingenio para buscarse ñaca-ñaca sin hacer mucho ruido: los heteros que penséis que "
hacer la carrera" es una cosa grotesca y sórdida para
rolling stones, deberías daros cuenta de que es consecuencia de la represión ejercida por los burgueses heteros desde siempre. Y además, en realidad, el tema tiene poco que ver con el mundo oscuro, trágico y deprimente que seguramente imagináis: de lo que no cabe duda es de que la gente que va a esos sitios lo hace porque les resulta divertidísimo y porque así
se lo pasan bomba. De un modo muy singular, en la carrera hay mucha alegría.
Yo nunca he
hecho la carrera porque no me resultan atractivos el tipo de tíos que te encuentras ni el tipo de relación a la que se presta: lo del
pim pam pum instantáneo no es para mí, pero entiendo que haya gente que le encuentre la gracia al tema porque es algo con un componente de
juego muy grande. Y desde luego si lo tuyo es conocer a sujetos que,
antes que personas, sean personajes, "
la carrera" es el sitio ideal, con un espectro de habitantes que abarca todos los colores de la literatura,
desde lo más trágico a lo más cómico en un pédulo que incluye a divorciados armarizados neuróticamente,
party animals adictos a su iphone, travestis sexagenarios con bigote incluído, millonetis nostálgicos de "
Muerte en Venecia", chavales que acuden atraídos por el romanticismo a lo Genet buscnado su primer flirteo, y un batallón anónimo de balas perdidas que van sacando su vida adelante como pueden. Insisto en que apenas conozco ese mundo, como insisto en que por lo general la gente que lo frecuenta lo hace de manera muy lúdica y retorcidamente campechana, pero para un gay es una "escena" que siempre está ahí: cada vez que coges un tren, detectas a tres o cuatro filibusteros que están en la estación a ver lo que cae. Y están en su derecho, y están encantados con ese tipo de erotismo del que yo no participo, pero que quién sabe si no acabaré un día allí perfectamente integrado.
Total, que si algo te enseña el mundo gay es la capacidad del ser humano para hacer de las carencias virtudes y para construír sus propios y trasversales
espacios de socialización y solidaridad (y, sí:
emotividad) incluso en los entornos más hostiles: cuando la homosexualidad estaba más reprimida, se generó toda una cultura de supervivencia en la sombra que las mentes bienpensantes no dudan en catalogar de sórdida y grotesca, pero que no es sino la reacción autoafirmativa de un grupo humano cansado de la marginación y el silencio. Ya digo que "la carrera" (al igual que los akelarres, las fiestas en squats, las raves ilegales o cualquier otra forma de socialización libre, minoritaria y espontáneamente ajena al poder) es esencialmente
una fiesta, y no hay moral lícita para sacarle ningún pero. Pensaréis que soy muy conspiranoico en estos temas, pero os garantizo que ese tipo de "reuniones ilegales" que
los medios de comunicación describen como infiernos de droga, degradación, soledad y patologías varias, son penalizadas socialmente simplemente porque están
fuera del control panóptico del estado, no siguen los protocolos habituales de la clase media, se efectúan
en la sombra y eso es algo que el ciudadano "normal", que cree ingénuamente que la vida es lo que sale en los telediarios, no está dispuesto a tolerar. Si a alguien le apetece fornicar en unas rocas, o meterse speed en un bosque, o comer setas monguis en la plaza del pueblo, tiene todo su santo derecho y el halo de abyección con que el "bienpensante" inviste a ese tipo de gente, no es más que otra forma de totalitarismo uniformante y dictatorial.
Total, a lo que íbamos: los heteros en cuanto os divorciáis acudís en masa a la
Chaston, la Blue Box, las barras americanas y el meetic.com... y los gays en su lugar se van a
la carrera, el cuarto oscuro o el bakala.com. Pero obvio decir que
el corazón que late ahí debajo, y los picores que aprietan más abajo todavía, son los mismos. Lo que sí que quiero señalar es una particularidad muy especial de ese mundo, y es que en esos sitios los contactos no sólo se hacen en el anonimato, sino también
en silencio. Es un detalle muy sorprendente e intenso que se presta a otro post... o quién sabe, quizás a una poesía.
Bien... y hasta aquí puedo leer. Ya escribiré alguna otra cosa sobre este mismo hilo porque sí que he vivido alguna situación humorístico-costumbrista digna de
gossipización bloguera: conversaciones ultra-surrealistas en la sala de video del Glamour, "mañanas siguientes" completamente
tragametierra tras visitas a Laberinto,
desterritorialización muy coñera en la sauna, y películas similares. ¿¿¿
Quién necesita Hollywood, con la de cosas fabulosas y mágicas que te puedes encontrar en la irreal vida real???