jueves, 22 de abril de 2010

Esquizo Zienzia #3 : Juan Freire

Por aquello de darle un poco de share al hilo de la esquizo zienzia (al que nadie hace ni caso, y es el que más me gusta), le dedicamos el tercer capítulo a uno de los coruñeses más populares de la red, al gran gurú del urbanismo blandiblup que vivimos hoy en día, y un chaval que a lo tonto, a la chita callando, se ha convertido en un tío con una influencia impresionante entre los arquitectos y los JASPs modernitos que quieren seguir into the groove a través de las versiones 2.0 de las cosas, la participación ciudadana activa, y optimismo tecnoclógico a tutiplén.
El blog de Freire es de los más currados y seguidos en esas salsas (por no decir que es el kilómetro cero de esa nueva idea de ciudad) y lo es mercidamente, porque es el más informativo, el menos corrompido por la estética de designer posmoderno, y el menos aquejado de personalismos y batallitas endogámicas pofresionales (al menos hasta donde yo sé: me consta que para meter un pie en el imperio académico hay que pisar casi tantas cabezas como culos hay que besuquear). Es un blog de la hostia, que todos deberíamos ojear de vez en cuando.
Sin embargo, lo cierto es que no puedo evitar detectar en esa escena un toque bastante bizarrote, un opitimismo desmedido típicamente nerd y que como forma de pensamiento está lastrado por una grave falla: en todos sus textos y discursos, se nota a leguas que Freire nunca ha trabajado a pie de calle, en ese duro campo de batalla real que es la construcción de la ciudad. La inocencia de sus planteamientos es encantadora, pero carece de lo más importante de la ciudad: su peso, su textura, su olor, sus contingencias, sus miedos y sus histerias. Los charcos no mojan y las gaviotas no cagan en la cabeza en las ciudades que describe Freire, y que son más próximas a un render o una cartografía de densidades, que al constructo histórico, paradójico y letal en el que vivimos realmente.


No obstante, se trata de un divulgador muy valioso, muy buenrollista y alegre, fascinado como está por abstracciones y virtualidades en las que las contradicciones y penurias parecen ser mapeables en lenguaje binario, donde el conocimiento puede acabar con los desequilibrios sociales, y donde los flujos y gestores de contenidos hacen del mundo un lugar mucho mejor. Científicamente intachable, pero poéticamente manco, y socialmente dudoso.
¿Por qué digo esto? No creo que los científicos sean los que deban tener la última palabra en el estudio de la ciudad (Freire es en realidad biólogo) pues ello supone algo así como un renacer del positivismo moderno que a mí, ya lo he dicho mil veces, no me convence. Y lo que es más peligroso: este tipo de propuestass pretenden controlar absolutamente toda la vida del ciudadano con la excusa de hacerles la vida más fácil, pero proponiendo unas ciudades interconectadas, ubícuamente vigiladas y donde el indivíduo se diluye en su condición de píxel. Esas ciudades nómadas proponen la inclusión en el urbanismo de los usos espontáneos, lo íntimo en lo global, lo singular en lo reticular, lo perceptivo en información codificada. Hay algo de excesivo control sobre la cotidianidad en los análisis que hacen esta gente, y donde nada parece quedar reducido al capricho del libre albedrío.
Y el punto más débil en mi opinión es el modo en que abordan la cuestión de la participación activa del ciudadano en el proyecto de la ciudad. ¡¡¡Como si eso no fuese una realidad desde siempre!!! Cada vez que alguien coje un coche, o compra una barra de pan, o manda una carta o decide ver la lluvia desde la ventana, está siendo activo, y dándoles órdenes a los urbanistas. Esa es la verdadera participacióna activa del ciudadano, y no los teatrillos escenográficos de Xuntanzas Urbanas 2.0, autoconscientes y politizadas, que reivindican como la voz del ciudadano.
Freire es, al final, un utopista, lo cual es algo no ya legítimo o saludable, sino directamente imprescindible. Su Nómada es un blog absolutamente necesario, y que dure por los siglos de los siglos, pero debemos manejar con mucha cautela los conceptos de los que se hablan, porque la realidad sigue siendo corpórea, inmanente, densa, inabarcable... y su conquista seguirá siendo una entelequia.

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